martes, 12 de abril de 2011

0001 - La piel.

No hay nadie, me tengo a mi mismo. Permanezco anclado al mundo por un egoísta que se alimenta de la muerte que mi cuerpo desprende, de esa muerte que se desprende en partes, incluso en forma de piel seca. Entre esas cosas, una no se desprende del todo, casi llegando a la entrepierna, un trozo de piel permanece atascado a mi terrible cuerpo vivo, que pugna por deshacerse de la muerte, entrenado para alimentar al egoísta. Ayudado por mi mano y un par de pinzas me dirijo curveando mi cuerpo a tomar entre dos piezas de metal unidas esos restos que llaman para ser removidos, pero por más que lo intento, no puedo lograrlo. Utilizo con fuerza mis manos, jalando con gran fuerza lo intento, pero ese pequeño pedazo de piel se resiste, yo insisto e insisto con una fuerza incalculable.

Lo logro, pero sin querer, me he arrancado la piel de media pierna llegando hasta la rodilla, parece ser que esta noche el maldito egoísta comerá un manjar, aunque gran parte de la piel esta viva, o eso parece ser ante mis ojos, pues siento mi pierna palpitar y en la piel se refleja la nostalgia de sentirse unida a mi, se divisan ciertos colores que mi cuerpo interpreta como "unas ganas irresistibles de permanecer pegada". Pero eso es lo que percibe mi cuerpo, no lo que yo creo, así que mas vale ponerse de pie y poner a secar a la sombra ese gran trozo para alimentarlo por la tarde, y así Felicia pueda sentirse tranquila conmigo. Cotidianamente me pregunto, si la gente que vive en las casas aledañas harán lo mismo o tendrán alguna forma distinta de alimentar al jodido egoísta.
Pero bueno, para variar y como todos los días en las mañanas me encuentro solo. A veces me desespera un poco esperar a que Felicia regrese, porque no entiendo eso de levantarse al amanecer y regresar durante la tarde; se que es un empleo. Pero eso no significa que yo sea el que tenga que tenga que sacrificar mi piel para andar alimentando bocas ajenas y poder con eso seguir viviendo en esta casa, es un insulto que la renta del lugar se pague con piel, y tenerle que pagar al bastardo con nuestros propios cuerpos. Al final de cuentas solo estoy yo, aqui como siempre, hablando en las mañanas contra mis propios daños presentes, colgados en un tendedero de alambre por encima de la cama, donde Felicia y yo nos limitamos a dormir hasta encontrar un sitio mejor.
Parece absurdo, pero necesito que Felicia este aquí pronto, la maldita soledad me esta consumiendo, pensé ilusamente que podría resistir años haciendo esto, pero hasta ahora solo me consume, me desgasta y me agota de una forma muy extraña porque a pesar de alimentarme adecuadamente, mi peso se reduce así como mis ganas de vivir, pero no dejo que los embates de la soledad ganen terreno porque Felicia y yo tenemos un plan para viajar y vivir, disfrutar y conocer por fin un pequeño lugar situado lejos de la ciudad de Nueva York. Aunque ahora no parece tan importante, para mí si lo es, porque lo que le importa a Felicia es realmente divertirnos, como hacíamos en un principio muy tranquilamente, sonreír y tenernos cariño.
Tal vez hoy ella llegue más temprano, eso es lo que necesito, pero en fin. Es tiempo de curar la herida, por que uno no puede vivir con heridas así en el cuerpo. Aunque con esta herida, creo dejaremos de pagar renta por un par de años, digo se que el egoísta es raro, pero aún así solo pide cantidades muy pequeñas de piel de los inquilinos, los cuales no se quejan de su forma de cobro. Pero lo que más me intriga a mi es, el ¿como demonios hace entonces para pagar todos los servicios de los que vivimos aquí en el edificio? Eso y otras preguntas a veces nublan mi mente, pero creo no obtener una respuesta segura de lo que se trata, y si lo intentara, de seguro perderíamos nuestro departamento, nuestra única casa. Con un carajo, si tuviera un indicio, no tendría que andar haciendo esto, aunque no tendría opción a final de cuentas, nunca permitiría que Felicia lo hiciera, no dejaría que ella lastimara su bello cuerpo.

Pobre de mi, pobre de Felicia, pobre de nuestro plan que se retrasa. -¡Auuuuch!¡Auuuuu!¡Ayy! Arde, arde, arde muchísimo-, pero en fin, que puedo hacer, más que seguir pensando y hablando dentro de mi cabeza, curarme esta herida que no me dejará moverme mucho. ¿Moverme? ¡La comida!¡Tengo que preparar la comida, pronto Felicia estará en casa! No puedo dejar que me vea en este estado, ni menos que vea la casa como esta, toda desordenada y manchada con esa estela de sangre. -¡Puta madre! ¡Los pedidos!- Mande a la joda todo, el repartidor no ha entregado nada, tendré que hacer una sopa con los pocos fideos que quedan y darle las grandes porciones a ella. Agua aquí, cazuelas allá, un poco de fideos, gas y fuego, listo. Ahora sí, dejar que hierva, mientras terminar de curar la herida, y esperar, solo esperar hasta el momento de su regreso.
¡Listo! La comida ya esta lista. Los fideos se encuentran listos, y en lo que preparaba la comida con gran maestría he logrado arreglar la casa. Felicia deberá de estar contenta a su regreso con lo que se encontrará, aunque más bien debería hacerle saber todas las buenas nuevas que nos esperan. Mientras esta todo a un fuego muy lento, y espero con ansías su regreso, si, si lo haré, le daré las buenas nuevas. Se escucha un beep. -¡Rigo!, soy yo Felicia en el intercomunicador, ábreme para que pueda subir, que vengo bien cargada con unas bolsas-., Si, claro que lo tengo que hacer, tu traes los víveres, o eso supongo, aunque a veces vienes con cada chingadera. -¡Ok nena!- le digo, -espera un instante que ya te abro. Tu sube, mientras yo me pongo las pantuflas y bajo a alcanzarte, para poder ayudarte.- Bueno, no puedo quejarme del todo de los cachivaches que traes, o de los animales que vienen a casa en calidad de huéspedes. Digo, si tu has aguantado cada cosa espantosa que termino haciendo en la cocina para comer o cenar, y te lo comes con mucho gusto, eso o cuando ando pintarrajeando el baño con acuarelas, y cuando te bañas te mareas por el olor que se encierra a veces, y ni hablar de las boberías que según yo son haikus dedicados a tu grandeza. Sí, creo que no debería ser tan quejumbroso, a final de cuentas, hemos sobrevivido bien desde que nos marchamos del pueblo, y ahora nos va "moderadamente" bien, o al menos a comparación de los demás.
-¡Aaaaaaaaaaay! ¡Rodrigo ven! ¡Córrele wey, ayúdame de pedo, ándale ya!-
¡Jajaja! Ahora que le habrá pasado a esta vieja, -si, ya voy corriendo, espérate-, de seguro vio alguna rata, un montón de cucarachas apiladas a una paloma muerta o algo por el estilo, todavía que por andar arrancándome la piel demás, hacer ejercicio como esto, y que le suden las piernas a uno arde; como si las hormigas entraran en el cuerpo. Aunque eso me trae una sensación de nostalgia, algo como un deja vú, pero para que prestarle atención, entre menos le ponga, menos arde y menos se siente, como sea, se escuchan unos sollozos, mientras bajo rápidamente espero no vaya a ser que Felicia se haya hecho daño, se haya lastimado o algo, porque las malditas escaleras están tan mal diseñadas acorde al jodido propietario. Casi, ya casi llego, ahora solo me faltan algunos escalones y doblo hacía la izquierda, aunque los sollozos se escuchan cada vez más intensos, cuando llego, no puedo sino quedarme pasmado y en silencio, mientras veo un montón de cuerpos al piso, apilados y ensangrentados, busco con la mirada a Felicia. La encuentro sentada en una orilla de la pared con base de macetas, llorando, destrozada y asustada, solo atino a sentarme junto a ella, y calmarme, esperando poder con eso calmarla un poco.
Pasados unos minutos inicio una tensa conversación, -¿que ha pasado aquí Felicia? ¿sabes tú algo de esto?- Ella solo mueve la cabeza diciendo no, y eso me dice que todavía no es momento para hablar, no me queda más que hablar a la policía y a una ambulancia mientras recupera el aliento como para decirme algo. -¿Hablo con la policía? Sí, mi nombre es Cristina, dígame ¿cuál es su problema? Mire, aquí en el edificio donde vivo hemos encontrado cuatro personas muertas, bañadas en sangre y apiladas en las escaleras. Ok, menciono encontramos, con quien se encuentra usted. Me encuentro acompañado por mi compañera de cuarto en este momento. ¿Podría darme sus nombres y dirección por favor? Me llamo Rodrígo Alejandro Cortinez Mier, su nombre es Felicia Dorotea Garcés de Aragón mi dire... ¡Espere un momento, uno de ellos se esta moviendo! Ok Sr. Rodrígo, no lo mueva por favor, mantengasé al tanto de lo que sucede y no cuelgue la llamada, nosotros rastrearemos la llamada, mandaremos una unidad y daremos notificación a una ambulancia. ¡Muchas gracias señorita! Estaré aquí por cualquier cosa, solo dígamelo, mientras guardaré distancia con usted para ayudar un poco. Creo es mejor dejar el teléfono a un lado, bendita tecnología y su función de altavoz, por si las moscas la tengo en línea mientras asisto al chico este, no vaya a ser que cuelgue los tenis como decía mi madre, pero en fin.

Bueno nena, dime que paso aquí. Le pregunto. La verdad cuando escuche el grito, no esperaba encontrar esto así, y mucho menos ayudando a un moribundo ¡Hey tu, repartidor moribundo! ¿Me escuchas? ¿Te encuentras bien? Pero el solo parpadea y asiente a duras penas con la mirada, parece que si lo lograra, pero la huesuda cuando quiere algo lo obtiene, aunque esta vez no lo haya logrado. Ha sido una tarde de locos, primero mi piel que parece tener vida propia alejándose de la muerte de mi cuerpo, como si eso fuera posible o pudiera existir, después las comidas ordenadas y que nunca llegaron a tiempo, más bien, ¡nunca llegaron! Y ahora los muertos. Pues que jodidos está pasando con el mundo, pero no hay otra forma, no creo posible que esto sea otra cosa, como una novela, un sueño, una cosa o algo; como en esas historias densas japonesas de locos donde los humanos somos juguetes de alguien más, artefactos y tecnología avanzada, que satisfacemos los deseos de nosotros mismos en las ganas de los otros. Creo que esto es algo más real, algo posiblemente planeado y manipulado, que fue organizadamente preparado para que todo sucediera en el momento adecuado, debió ser alguien interno, como en esas novelas detectivescas, donde el culpable siempre está cerca de la escena del crimen, debió ser alguien que pueda tener la tendencia a actos violentos, debió ser ese bastardo. ¡No! Debo estar imaginando cosas. ¿Cómo podría creer que hayan sido asesinados por el casero? Que hoy por la noche tenga que pasar a cobrar a muy su forma, la renta, eso no significa nada, absolutamente nada, y no debería estar imaginando esas cosas, menos en el estado en que Felicia se encuentra y mucho menos con lo que ha pasado. Aunque el abandono del edificio de todos los inquilinos del primer piso, repartidores muertos, y que él solo aparece cuando nadie más le está poniendo atención a las salidas y entradas. No, debo estar loco para creer que los mataría, solo para satisfacer su necesidad, esa hambre por la piel que tiene, ¿pero y si realmente lo hiciera? No lo creo, de lo contrario nos subiría la renta o algo por el estilo. ¿No creo que pueda ser tan estúpido, no como para que intente algo al aire libre, durante el día, cuando todos están despiertos y pueden darse cuenta de ello o sí? Maldito casero enajenado; ese cerdo grande, apestoso, parece un trozo de carne molida regurgitada, como me gustaría freírlo en sus propios jugos, con su propia grasa e inmundicia, cocerlo en una sopa hasta hervir...

¡La sopa! ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Felicia, te encuentras bien? Mira, no te muevas, espera a la policía y por favor, no te vayas a mover para nada de este lugar, tengo que ir a revisar la comida, y ver que no se haya arruinado todo, volveré enseguida, no muevas nada preciosa, y ten cuidado con este, que la ambulancia ya viene en camino, este si no se puede morir. Quisiera que la vida en la ciudad no fuera tan complicada, que me permita vivir bien alivianado con Felicia, pero por cosas como estas es que extraño vivir en las afueras, en el pueblito donde crecimos. Esto de andar a las carreras no es lo mío, aquí la muerte se la encuentra uno como dicen a la vuelta de la esquina, y a la vuelta de mi esquina esta la pobreza, en una tienda de abarrotes, donde se encuentra en una bolsa una sopa barata. Bien, nuestro hogar se encuentra bien, todo en orden, todo marcha a la perfección, la sopa no se derrama, nada está fuera de su curso, a excepción de esa ventana abierta, y esos bichos que vienen de fuera y rodean la estufa. ¡Carajo! Algunos atascaron la manija del gas, malditos bichos de donde salieron. ¡Qué más da! No se van a meter dentro, porque está caliente, querrán morir achicharrados los muy suicidas. Les ayudaré a morir, los voy a suicidar. ¡Ja ja ja! Que idiota de mi parte, en fin, ya se marcharon y otras se murieron, jodidas hormigas. Aunque ahora es mejor apagar el fuego. Sí; mejor apagarlo. ¡Justo a tiempo! Excelente, ya escucho la ambulancia, no tardaron casi nada, posiblemente debieron de andar cerca del área.

2 comentarios:

  1. pensé que si había comentado aquí en su momento, escribes admirable, aunque tus metáforas siempre me llegan como la luz, tardías.

    aplausos a vos!

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